sábado, 6 de febrero de 2016

Blue sky.

Justo antes de precipitarme al vacío oí el sonido de su voz. Como como con la llamada de una sirena mi sangre se heló, entre el miedo y la estupefacción mi cuerpo se quebró en dos. De nuevo la misma canción de fondo, la misma escena en blanco y negro. Una canción de jazz adornaba la escena. Mii amígdala no paraba de advertirme sobre el peligro de aquella situación kafkiana,  de adentrarme en la niebla de lo desconocido, de lo tenebroso, oculto, temido por incomprendido. En mi nave, mi frágil nave, que quizás no soportaría ni un soplo de levante, ni un poniente, ni una tramontana. Una fracción infinitesimal antes de precipitarme al vacío oí el suave canto de las sirenas recordándome el calor de las sábanas de mi sillón. Contándome la historia que ya me sabía sobre la ruta del H8 qie me llevaba cada día de ida y venida a mi colmena.Advirtiéndome sobre lo malo por conocer.
Ese momento de ruptura con la realidad, un segundo eterno en el que sin reacción quedas presa del miedo paralizador, miras atrás un segundo y contemplas la seguridad de la tierra firme. Pero tú no has nacido para pastorear , has nacido para volar, aunque nunca nadie te haya dicho que tengas alas. Lo último que recuerdas es el viento silvante acariciando tus oídos, la adrenalina, el amor inmenso que sientes por la vida al descubrir ; que no eran alas lo que te faltaba.

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