sábado, 18 de febrero de 2012

Cuac cuac.

Pájaros de barro tal decía la canción. Amantes desolados por la confianza de algodón, que con lágrimas se moja y se destroza. Pantalones encojidos que ya no sirven a vientres crecidos al remanso de horas perdidas en el bureau. Lágrimas de cocodrilo, cantos de sirena, pensamientos de terciopelo. Un lago helado por el frio invierno divierte a patinadores mientras la vida en su interior hiberna esperando al resurgir. Miradas perdidas en la profundidad de un vagón, sonrisas del revés  dibujan un panorama esperanzador. Pájaros de mal agüero inundan la pantalla amendrentando la ilusión de cuatro gatos pardos que se creían capaces de cambiar el mundo. La verdad se esconde tras la mentira esperando a ser descubierta y la mentira no es mentira sino verdad de unos pocos. El mundo girando hacia el lado equivocado nos empuja hacia el lado contrario como castigo a nuestro desdén por él. Miles de millones comparten su basura con otros que se guardan sus lamentos. Se ríen los que deberían llorar porque su alma putrefacta contamina el aire que respiramos. La última cena se transforma en la última copa, en el último bar de la noche, el últimos suspiro de un mundo vuelto loco.

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